Espejo 3: Miedo al Rechazo, al Error, al Fracaso

En cada nuevo reto, el miedo me acompañó: miedo a fallar, a ser rechazado, a equivocarme. Con los años, aprendí a escuchar ese miedo sin dejar que decidiera por mí. Este espejo me ayudó a entender que lo valioso no es evitar el error, sino crecer a partir de él.

Espejo 3: Miedo al Rechazo, al Error, al Fracaso

Cómo Aprendí a Vivir con Más Libertad

Siempre que comenzaba algo nuevo, el miedo era lo primero en llegar.
Lo sentí cuando firmé mi primer contrato de trabajo.
Lo sentí la primera vez que decidí emprender.
Lo sentí cuando entrenaba para correr mi primera maratón.

Era una presencia conocida.
No me hablaba fuerte, pero se hacía notar.
Y su mensaje era claro:
"Si fallas, te van a juzgar."
"Si te equivocas, vas a quedar mal."
"Si esto sale mal, ¿para qué lo intentaste?"

Ese tipo de miedo no aparece con dramatismo. Se esconde detrás del cansancio, de la necesidad de pensarlo “un poco más”, de la urgencia por ocuparte en otras cosas.

Pero si me detenía a escucharlo, siempre estaba ahí:
tenso en el cuello, presente en los hombros,
cambiando el sabor del café o haciéndome revisar el mismo mensaje una y otra vez.

Con el tiempo, me di cuenta de algo importante:
El miedo que más me detenía no era al error como tal,
sino a la forma en que pensaba que otros lo interpretarían.

Tenía que mostrar que lo tenía claro. Que era fuerte. Que no fallaba.
Y ahí estaba el verdadero peso.

El día que acepté que el miedo formaba parte del proceso, todo cambió.
Pude respirar distinto.
Y empecé a moverme con más soltura.
No porque el miedo se fuera, sino porque dejé de pedirle permiso para avanzar.

Descubrí que disfrutar un reto no es eliminar el miedo, sino convivir con él sin dejar que te dicte lo que haces.
El miedo aparece justo donde hay algo que vale la pena.
Es señal de que algo está en juego.
Y cuando logré entender eso, me abrí a nuevos desafíos con otra mentalidad.

Hoy puedo decir que me gusta arriesgar.
No desde la impulsividad, sino desde la libertad.
Esa que llega cuando sabes que puedes fallar…
y aun así eliges actuar.
Porque el aprendizaje real casi nunca llega cuando todo sale bien.
Llega cuando algo no sale como esperabas y tienes el coraje de quedarte, revisar y volver a intentarlo.

El miedo dejó de tener poder sobre mí el día que entendí que su función no era frenarme, sino recordarme que estoy saliendo de lo cómodo.
Y salir de lo cómodo… es exactamente donde quiero estar.

¿Has pensando las cosas que has dejado de hacer por el miedo?

Mis 46 Espejos: Lo Que He Aprendido al Mirarme de Frente
A los 46 años, decidí identificar cada una de las creencias, miedos y bloqueos que han limitado mi camino. Los llamo espejos. Este post marca el inicio de una serie íntima y poderosa sobre liderazgo real, autoevaluación y evolución personal.