Espejo 2: Juzgar sin Conocer
Juzgar sin conocer es una forma de protegernos del rechazo, pero también una manera de cerrar puertas que ni siquiera hemos intentado abrir. En este segundo espejo, reflexiono sobre cómo el juicio bloqueó una mejor oportunidad de conexión, negociación y confianza.

Cerrar posibilidades para no ser yo quien sea rechazado
Estaba en una villa espectacular.
Una de esas propiedades que parecen hablar por sí solas.
El sol se filtraba por los ventanales de doble altura, el aire acondicionado apenas luchaba contra el calor de mediodía, y una mezcla de cloro de piscina y madera vieja impregnaba el ambiente.
Había sido citado para una posible captación.
Y mientras caminaba con el propietario por la propiedad, él hablaba con entusiasmo del valor que tenía su villa.
En mi mente, la alerta se encendió:
"Está pidiendo demasiado. Este precio no tiene respaldo en el mercado actual."
Y aunque podía tener razón, lo cierto es que no tenía pruebas sólidas en ese momento.
Solo percepciones, experiencia y una sensación de que algo no encajaba.
Lo que hice mal: Juzgué antes de comprender
No validé con datos.
No escuché más allá del número.
Y peor aún: dejé que ese juicio se colara en mi tono, en mi lenguaje corporal, en mis silencios.
El propietario lo sintió.
Lo noté en su postura, en su cambio de tono, en cómo empezó a defenderse y a justificar cosas que ni siquiera le había cuestionado.
La conversación, que pudo ser una alianza, se convirtió en un pequeño campo de batalla silencioso.
¿Por qué lo hice?
La respuesta me dolió, pero me enseñó:
Juzgar me puso en control. Me protegió.
Si yo “sabía más que él”, no tenía que sentirme incómodo por no tener toda la información.
Me adelanté al rechazo. Preferí cerrar la puerta antes de que me cerraran a mí.
Reflexión personal
En lugar de decir:
"Me parece que este precio está fuera del rango, pero me comprometo a investigar mejor y volver con datos sólidos…"
Dije, con cara de “yo sé”:
"Ese precio no está en línea con lo que está moviéndose en la zona."
Y con eso, en vez de acercarlo, lo alejé.
No por lo que dije, sino por cómo lo juzgué sin conocer su historia, sin ver qué lo llevaba a pensar así, sin conectar primero.
Aprendizaje que me regalo
Desde entonces, entendí que ser experto no me da permiso para juzgar sin comprender.
Que escuchar con apertura crea más autoridad que hablar con certeza sin base.
Y que una relación comercial no comienza con un dictamen, sino con una conexión humana.
Aprendizaje que me regalo
Desde entonces, entendí que ser experto no me da permiso para juzgar sin comprender.
Que escuchar con apertura crea más autoridad que hablar con certeza sin base.
Y que una relación comercial no comienza con un dictamen, sino con una conexión humana.
La ironía es que sí captamos la villa… al precio que el propietario insistió.
Pero nunca se vendió.
Yo tenía razón en el fondo. El precio no era competitivo, y el mercado lo demostró.
Pero por la forma en que me expresé —mi lenguaje corporal, mi falta de tacto emocional— cerré toda posibilidad de negociación temprana.
Quizás también perdí la oportunidad de ganarme un aliado, o incluso un amigo.
Juzgar sin conocer no solo cierra puertas. Cierra corazones.
Y ningún negocio fluye si primero no hubo respeto por la verdad del otro.
