Espejo 1: Asumir sin Verificar
Asumir sin verificar es decidir con los ojos cerrados. En este primer espejo, exploro cómo el miedo a confirmar la verdad puede limitar nuestro potencial y cómo el simple acto de preguntar puede cambiarlo todo.

La trampa de creer que ya lo sé todo
Hay algo que me ha pasado muchas veces —y no me enorgullece decirlo, pero sí me ha transformado—: tomar decisiones sin tener todos los datos, simplemente porque “creía” que sabía lo que estaba pasando.
Este primer espejo me ha devuelto una verdad dura pero necesaria:
asumo porque me da miedo verificar.
Y si soy completamente honesto, muchas veces he preferido imaginar el escenario que enfrentarme a él.
Asumir es decidir con los ojos cerrados
Cuando asumo:
- Que el cliente no tiene dinero.
- Que no le interesó lo que ofrecí.
- Que mi equipo ya entendió lo que pedí.
- Que las cosas están bien solo porque nadie se quejó...
Estoy actuando desde una historia interna, no desde la realidad.
¿Y qué me lleva a eso?
El miedo.
Miedo a recibir una respuesta que no me guste.
Miedo a tener que hacerme cargo de una conversación incómoda.
Miedo a tener que redireccionar mi estrategia y enfrentar el “esto no funcionó”.
Asumir es una forma elegante de evitar el rechazo
Cuando no verifico, me protejo. Me evito el golpe directo.
Pero también pierdo oportunidades, claridad, aprendizaje y efectividad.
Cada vez que asumí sin verificar, puse en pausa mi crecimiento.
Porque la verdad, por más incómoda que sea, siempre tiene más poder que una suposición bonita.
Lo que cambió en mí cuando empecé a verificar
Empecé a hacer preguntas.
A validar lo que interpreto.
A dejar de pensar “yo creo que…” y empezar a decir “quiero confirmar algo contigo…”
La diferencia es brutal.
Mis conversaciones son más reales.
Mis resultados, más consistentes.
Mi ansiedad, más manejable.
¿Te pasa también?
- ¿Dónde estás asumiendo en lugar de verificar?
- ¿Qué conversación estás evitando por miedo a lo que puedas encontrar?
- ¿Qué historia estás usando para justificar la falta de acción?
Este es mi primer espejo. Uno de los más reveladores.
Y quizás también sea uno de los tuyos.