El día que un “no” me amargó… y un rato con mi familia me devolvió la alegría
Un “no” inesperado me dejó frustrado: la visa para correr el Maratón de Berlín fue rechazada. Pero ese mismo día, una reunión familiar que no buscaba consuelo terminó regalándome algo mucho más valioso: la alegría de volver a conectar con mis raíces, mis afectos y todo lo que sí permanece.

Tenía todo listo.
Vuelos comprados, inscripción confirmada, planes hechos con tiempo y emoción: íbamos a correr el Maratón de Berlín. Uno de esos sueños que no solo se sueñan, sino que se entrenan, se planifican, se visualizan.
Y entonces… el “no”.
La visa fue rechazada.
Sin mucha explicación, sin espacio para explicarse uno. Un trámite que puede más que las piernas entrenadas, las ganas acumuladas, las maletas listas.
No era un no definitivo —aunque en el momento lo sentí así—. Me presenté en persona, hablé con la cónsul, y para mi sorpresa, me escuchó. Me dijo que podía solicitar una revisión del caso.
Una puerta no se cerró del todo. Y con eso, algo de esperanza volvió a colarse.
Pero igual, el día se me amargó.
Porque cuando uno carga tanto entusiasmo en algo, y de golpe lo frenan, es normal que duela. Estaba frustrado, bajoneado, como si todo el esfuerzo se hubiera evaporado.
Y sin embargo —porque la vida también se da esos permisos— esa misma tarde estuve en una reunión familiar, que resulto mejor de lo que esperaba.
No era cualquier encuentro: estaban personas que no veía desde hacía años. Mi prima, con la que no compartía una charla desde 1995. Mi tío. Otros con quienes habíamos perdido conexión sin darnos cuenta. Mi madre y mi tío, los más viejos que nos quedan. Y también los más nuevos: los nietos, los bisnietos… toda la camada.
Entre cuentos, anécdotas, risas y algún recuerdo que se nos escapó con un nudo en la garganta, algo en mí se acomodó.
Me di cuenta de que era más lo que tenía para regocijarme que lo que me dolía.
Y entendí que hay días que, aunque arrancan torcidos, no terminan igual.
Porque a veces la vida te niega una puerta… pero te abre toda una casa.
